Por la acción de los cilios nasales, el moco, que recubre las células epiteliales, se mueve de forma continua desde el vestíbulo nasal hacia la faringe donde se traga de forma inconsciente. Más del 90% de las partículas contenidas en el aire respirado quedan retenidas en el moco que, gracias a la función ciliar, es renovado constantemente.
La mayoría de las afecciones de las vías respiratorias altas, incluyendo la infección de los senos, las alergias y la contaminación ambiental, alteran la función mucociliar, bien por alterar la actividad de los cilios nasales o por cambios en las propiedades del moco. Si esta función se afecta, se enlentece el movimiento del moco y se retienen las secreciones, con acúmulo de contaminantes, alérgenos y bacterias. Ello origina obstrucción nasal, inflamación e infección.
La irrigación nasal limpia la superficie mucosa de la nariz y de los senos paranasales, lo que ayuda a recuperar el aclaramiento mucociliar al eliminar tanto a las sustancias que provocan la disfunción como a las secreciones que afecten negativamente al movimiento ciliar.